La sobreestimación de la felicidad

    Cuando hablamos de felicidad, los artículos suelen ser sobre cómo llegar allí. Los dos caminos más comunes que se le sugieren al lector son “perseverar, insistir y no desistir” de sus sueños o lo contrario: no tengas miedo de dejarlo todo y empezar de nuevo. Es un gran dilema definir cuándo tener perseverancia en los obstáculos o coraje para cambiar, pero aún más enigmático es explicar “¿qué es esta felicidad?”.

    Al igual que con los dos caminos más comunes sugeridos por los escritores, creo que hay tres explicaciones distintas de lo que es este sentimiento. la primera es que la felicidad es una meta, es decir, no es algo que exista en tiempo presente, pero que tú, dependiendo de tus elecciones, puedas alcanzar algún día.



    La segunda idea es que La felicidad es un estado del espíritu., por lo que eres o no eres feliz todos los días, sin importar lo que hagas. Mientras que la felicidad es una consecuencia en el primer caso, es una causa en esta segunda definición.

    La tercera es que la felicidad no existee. Lo que existe, según esta línea de pensamiento, son “momentos felices” que van y vienen. Más ligada a lo religioso, esta tercera explicación cree que la felicidad no pertenece al mundo humano y sólo puede alcanzarse después de la muerte.

    La sobreestimación de la felicidadLa idea presente en este texto no es trabajar con ninguno de los dos caminos para alcanzar la felicidad, ni siquiera las tres explicaciones más comunes que buscan definirla. En cierto modo, el objetivo es trabajar estos cinco aspectos, cuestionando el por qué de esta incesante búsqueda de la felicidad. Si la tristeza es el antónimo de la alegría, que se considera buena, entonces ser triste siempre es malo? ¿Y cuando lo que crees que es correcto no es exactamente lo que te hace feliz? ¿Te entristece hacer lo correcto o es mejor hacer lo que crees que está mal por lo que te hace “feliz”?



    Es muy saludable cuando la felicidad es consecuencia de lo correcto o viceversa. “Me alegro de haber hecho lo correcto”, pero no siempre somos tan afortunados. Los conflictos son inevitables y los caminos a seguir para enfrentar estos dilemas son extremadamente complejos. Particularmente hablando, no sé si vale la pena hacer algo por lo que me hace feliz. En momentos de intensa rutina, dormir me hace sumamente feliz, pero si renuncio a mis deberes diarios, me entristecerá.

    La felicidad genera acomodación, al fin y al cabo provoca la sensación de que hemos llegado (o estamos) donde queríamos estar. Entonces, ¿por qué más seguir moviéndose? La tristeza tiene un lado positivo porque es extremadamente reflexiva. Piensas y analizas por qué estás triste, o mejor dicho, qué hiciste para que te sintieras así. Para bien o para mal, el mundo se transforma en función de las preocupaciones humanas. Estar triste es estar predispuesto a cambiar lo que pensamos que nos entristece y muchas veces también entristece a otras personas. Como dijo el escritor inglés Oscar Wilde: “La tragedia de la vida no es no lograr tus metas. La tragedia de la vida es no tener metas que alcanzar”.



    • Escrito por Diego Rennan del Team Eu Sem Fronteiras.
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