¿Qué estás sintiendo en este momento?

    Una de las cosas que he aprendido a lo largo de mi vida es que primero pensamos y luego sentimos. Por extraño que parezca, nuestros sentimientos se potencian por el grado de concentración que ponemos en ellos.

    ¿Quieres un ejemplo? Cuando extrañamos a alguien, es porque recordamos alguna situación, gesto o gusto de esa persona. Y cuando te extrañamos, empezamos a pensar aún más en los momentos compartidos, haciendo que el sentimiento aumente.

    Cuando recordamos algo gracioso, queremos reírnos de ello otra vez, y cuanto más lo pensamos, más ganas tenemos de reír. Es así de simple. No es de extrañar que cuando estamos angustiados o ansiosos busquemos distracciones, queramos relajarnos, porque sabemos que si nuestros pensamientos ganan otro foco, nuestros sentimientos se suavizarán.



    Cuando se trata de sentimientos buenos, ligeros y divertidos, no los combatimos. Nuestra naturaleza los absorbe y no perdemos tiempo en reflexionar sobre ellos. Son los sentimientos grises los que nos molestan y nos hacen reaccionar. He escrito varias veces sobre el poder de nuestro pensamiento, o si lo prefieres, el poder que tenemos sobre nuestras propias emociones. No para que los controlemos, sino para gestionarlos. Y créanme, es un poder inmenso.

    En teoría, sin embargo, todo es hermoso, todo es maravilloso. En la práctica, se debe tener mucha madurez y mucho sentido práctico para aplicar este control. Seamos realistas, se necesitan muchos años de vida y muchos contratiempos para gestionar nuestra trayectoria de esta manera.

    Quizás el primer paso sea reconocer nuestros sentimientos, nombrarlos y, de esta manera, tener dominio sobre ellos. En muchos momentos sentimos un “no sé qué” que oprime el pecho y desdibuja las cosas, una nube negra que lo perturba todo y al prestar atención a esta sensación y, evidentemente, querer deshacernos de ella, vamos aumentando el malestar. Poner nombre a nuestros sentimientos nos ayuda a entenderlos y así afrontarlos. Comprender la base y el origen trae la sensación a lo racional y aclara, lo que permite resolver el problema. Para ello, sin embargo, es necesaria una breve y profunda pausa de lucidez.



    ¿Qué estás sintiendo en este momento?

    Es como una situación que sucede en el mar. Cualquiera que haya ido sabe que, para los menos aventureros, como yo, el agua en el ombligo es señal de peligro, como decía mi abuela. Cuando menos lo esperamos, nos llega una ola más grande y al verla crecer y amenazar, tenemos que tomar una decisión. Sabemos que tratar de hacer frente a las olas no es una opción, ya que probablemente nos derribará, y saltar la ola ya se ha vuelto físicamente imposible.

    Por lo general, es entonces cuando nos sumergimos debajo de él, en un intento instintivo de protegernos. Esos pocos segundos en los que esperamos que pase por encima de nosotros y nos lleve a un lugar seguro son liberadores. Fíjate qué momento de lucidez hay.

    Solo escuchamos el sonido del mar, lo que nos permite calcular exactamente cuánto tardaremos en levantarnos conteniendo la respiración. Y ese momento inmediatamente anterior que trajo el miedo y la inseguridad de la ola que se estrelló contra nosotros, ya no existe. Invariablemente, nos levantamos sonriendo. Esto lo logramos porque sabemos lo que nos asusta: se llama ola. Buceamos, y cuando buceamos, sabemos qué hacer.

    Entonces, creo, debe ser nuestra relación con los sentimientos que no entendemos. Nos asustan y angustian y, por tanto, debemos sumergirnos en ellos. Es importante saber lo que estamos sintiendo: miedo, frustración, celos, añoranza. Nombrar la sensación en nuestro mar privado en un segundo de lucidez que nos permitirá saber su nombre, comprender, saber hacer y, sobre todo, que podamos levantarnos y sonreír invariablemente.



    Añade un comentario de ¿Qué estás sintiendo en este momento?
    ¡Comentario enviado con éxito! Lo revisaremos en las próximas horas.

    End of content

    No more pages to load