Aprendà a gustarme la quietud de mà mismo. Hay un silencio en mà que me habla y me llena. Cuando estoy solo, me siento protegido y acogedor. Las multitudes me asustan. Por eso, me escondo en los arroyos del tiempo y me baño en las aguas de las lecturas solitarias, con la esperanza de iluminar mi espÃritu y mantener la lucidez necesaria para seguir actuando entre la gente, a diario, para que no perciban mi terror, mi lenta desesperación.
Ya no busco compañÃa. De esta manera, invento temas vagos, de esos que son fáciles de hablar, que no requieren profundidad, ya que mi propia empresa es la única que realmente me entiende y me completa en esto. soledad eterna de todos nosotros. Tener la lucidez de esta soledad ya me causaba más miedo, hoy la veo como parte del camino de esta unidad que tenemos y que no conocemos.
Ya no busco un compañero. Lo he intentado tantas veces... He fallado tantas veces... Creo que si tiene que pasar, ya no tendré que buscarlo, lo reconoceré sin peleas ni subterfugios, lo simplemente sé, como llega la noche y se va el dÃa, o como cae la lluvia y el sol seca los charcos que se forman en la acera. No voy a buscar más... la búsqueda no trae la verdad. La verdad es sin buscar. Seré mi propio compañero entonces.
Ya no busco llenarme de la presencia de alguien. La empresa me cansa. La falta de comprensión me cansa, estoy cansada de mà misma. Necesito, entonces, antes de buscar otras presencias, llenarme de mi propio ser, conocer mi camino, comprender mis telas desgarradas, percibir mis locuras, iluminar la oscuridad que está presente en mi casi siempre rabia.
Busco el silencio que hay en mÃ. En medio de tantas voces que yo mismo produzco por culpa de esta mente que insiste en separarme de mi verdadero yo. El silencio es lo que busco. Precioso silencio que sà está aquÃ, pero que está tan escondido dentro, fuera, alrededor, cerca, lejos…
Sólo eso.
Basta