Necesitaba llegar a los 45 años para entender que mi cuerpo no nació para vivir quieto. Fue necesario un gran regaño del médico para convencerme de que necesitaba hacer algo de ejercicio físico para mantener mi salud y tratar de asegurarme una vida futura más sana y equilibrada.
¡Después de la sacudida que tomé, comencé a caminar en el parque 3 veces por semana! ¡Al principio me sentí ridículo! Pensé que todos me miraban como si fuera un objeto extraño. Poco a poco me fui acostumbrando y después de 5 meses ya no solo caminaba sino que corría por más de 40 minutos.
Parece que todo iba muy bien, ¿no? ¡Pues no! Un día me caí y descubrí que mis rodillas ya mostraban algo de desgaste y que ya no debería correr tanto. ¡Estaba muy mal, molesto, muy triste! Sabía que debido a que no había hecho ejercicio en toda mi vida y no había tenido el fortalecimiento muscular adecuado para soportar el impacto de correr, mis articulaciones se habían dañado. Después de eso, fui a buscar un gimnasio para hacer algo al respecto. Solo entonces vi la importancia de contar con un profesional adecuado para llevar a cabo nuestra formación. Y esa es la razón por la que estoy contando esta historia hoy.
hoy es el dia de Educador Físico y quiero agradecer a todos los que me han guiado y ayudado a mantener mi salud desde entonces. Son verdaderos ángeles que velan por nuestra integridad física y psíquica porque, desde el momento en que hacemos ejercicio, también estamos cuidando nuestro espíritu a través del bienestar que nos ofrece.
Quiero dejar aquí un fuerte abrazo a todos los Profesores de Educación Física! ¡Muchas gracias por todo!
