Dolor y sufrimiento

    Dolor y sufrimiento

    Hoy me gustaría hablar sobre el significado de las palabras dolor y sufrimiento. Sin embargo, más importante que el significado de cada uno, es que empecemos a entender la aplicación de estos conceptos en nuestra vida diaria.


    El dolor es real, existe. Por ejemplo, un dolor de estómago, un dolor de muelas, golpearse la cabeza con un armario, eso es dolor. El sufrimiento es psíquico, es una elección. Es la forma en que elegimos atravesar el dolor.


    Me doy cuenta en conversaciones con amigos, familiares y, también en la oficina, que estos dos conceptos se confunden, sobre todo por la dificultad que tiene la mayoría de las personas para aceptar el sufrimiento como opción.


    La mayoría de las personas entiende que se les impone el sufrimiento, que no pueden evitar sufrir por la pérdida de un ser querido, por ejemplo. Es absolutamente natural que nos sintamos tristes en esta situación, pero el sufrimiento no es necesario. La tristeza es una emoción, hay una cierta pérdida de energía en ella y podemos deprimirnos más. Pero cuando elegimos pasar por esta pérdida de un ser querido con sufrimiento, significa que ya no queremos alegría en nuestra vida, ya que será reemplazada por la revuelta, por no aceptar el hecho, por la ira.

    Muchas veces, una persona se rebela contra Dios, porque Él no pudo haberle hecho esto, que no merecía este castigo. En esta condición, no hay posibilidad de evolución, la persona comienza a crear una energía más densa a su alrededor y emite más pensamientos negativos. Empieza a vivir como si todo estuviera en su contra. Y, de hecho, en tu vida empiezan a pasar otras cosas negativas, porque esa es la ley: lo que emanamos es lo que recibimos. Es la ley física de atracción y repulsión.


    Si elegimos pasar por una determinada situación con ira y como la gente pobre, eso es exactamente lo que recibiremos del mundo: situaciones en las que de alguna manera está presente la ira y los ojos compasivos de las personas.

    Sería interesante empezar a analizar qué está pasando en nuestra vida que nos disgusta, buscando el origen de ese disgusto. Tal vez, podamos percibir que nuestras actitudes ante los hechos generarán consecuencias más o menos agradables.

    Quejarse, rebelarse con lo que no nos gusta, no trae solución y genera sufrimiento. Muchas veces elegimos el sufrimiento para vivir cualquier situación diferente a la que nos gustaría que fuera y, en estos casos, es importante recordar que esto no es evolutivo. Sabemos que algo puede no gustarnos porque en la dualidad que existe en todos nosotros, el lado egocéntrico está ahí, presente. Sin embargo, debemos recordar que como la dualidad que somos, el lado empático también está ahí, empujándonos a comprender los hechos de la vida como instrumentos para la evolución. Y es precisamente en la comprensión de los porqués que ocurre la evolución.


    El sufrimiento nos impide caminar y ¿cuánto tiempo queremos permanecer en esta situación? Si elegimos no cambiar, es porque no hemos sufrido lo suficiente. Así que suframos más!! Somos los únicos que podemos acabar con la victimización, con el “pobre de mí”, “wow, cómo sufro”. Sólo nosotros podemos elegir nuestra forma de vida. Atravesar la adversidad con sufrimiento o con comprensión. Donde hay uno, no está el otro.

    Hay una vieja idea de que necesitamos sufrir para convertirnos en mejores seres. El sufrimiento, sin embargo, no tiene nada que ver con nuestra transformación interior.  

    El dolor nos ofrece la posibilidad de cambio, sigue siendo necesario para nuestro crecimiento y prácticamente inevitable. Pero la transformación interior no está ligada al sufrimiento ni al martirio.


    Cuando comprendemos la diferencia entre dolor y sufrimiento y aceptamos el dolor que nos llega como una oportunidad de evolución, cambiamos nuestro patrón vibratorio, creamos a nuestro alrededor una atmósfera de amor y resignación y, efectivamente, iniciamos nuestro proceso de individuación.

    Según Sigmund Freud: “Cuando el dolor de no vivir es mayor que el miedo al cambio, la persona cambia”.


    Qué tal si usamos unos minutos de nuestro día para hacer las siguientes reflexiones:


    • ¿Cuánto tiempo quiero sufrir?
    • ¿Hasta cuándo seré el mayor obstáculo para mi propia evolución?
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