Los jardines floridos de nuestro futuro y los árboles verdes que esperamos encontrar serán reflejos inmutables de lo que sembramos en nuestra trayectoria presente. Si hacemos el bien, el amor al prójimo y la caridad desinteresada plena, llevaremos la Luz a los que reciban todo esto.
En Mateo 5:16 dice: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Estas experiencias se traducirán en bienestar físico y mental, lo que también traerá beneficios a quienes viven a nuestro alrededor, favoreciendo la psicoesfera que nos rodea.
Si actuamos de manera contraria, cultivando sentimientos como: egoísmo, orgullo, envidia, odio, pesimismo, entre muchos otros con niveles de energía más bajos, estaremos condenados a una vida de sufrimiento, ya que seremos presos en la prisión de las imperfecciones que construimos por dentro.
Estas consecuencias son directamente proporcionales a la calidad de nuestros pensamientos. No debemos olvidar que él es el motor de las acciones que realizamos. Todo comienza en nuestra mente con gran repercusión en el cuerpo físico, que a su vez, será tan saludable como mejor sea la calidad de lo que creemos.
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Siendo la higiene corporal una necesidad diaria, el saneamiento mental se impone como un acto permanente. Lo encontramos en Mateo 26:41, “Velad y orad, para que no caigáis en tentación.
El espíritu, sin duda, está preparado, pero la carne es débil. Jesús nos advirtió con esta declaración para que siempre seamos conscientes de los hechos de la vida que nos aquejan a diario y que muchos de ellos pueden traernos sufrimiento.
Somos comandantes y únicos responsables de los viajes que hacemos en los mares de nuestra existencia. Las tormentas o las calmas dependerán de la planificación que hagamos para que los esfuerzos de la vida evolucionen en las muchas moradas del Padre.
Depende de cada uno de nosotros elegir nuestro mañana. Nuestros sufrimientos o alegrías son atribuciones personales e intransferibles... Si aspiramos a un horizonte de luz y a un despertar diario en armonía con el Creador, debemos seguir el camino del amor y la caridad, virtudes que cuando las asumimos serán inamovibles. , ya que el Espíritu nunca retrocederá, avanzando en busca de la perfección…
En el momento en que estemos dispuestos a lamentar las “desgracias de la vida”, recordemos que son frutos de siembras pasadas que debemos reparar en este caminar.
¡Estemos siempre vigilantes en la siembra de hoy, para que la cosecha futura sea promisoria y llena de felicidad! ¡Piensa en el bien, practica el bien que la vida te vaya bien! (El camino del bien nos lleva al puerto de la felicidad).
