El Eterno le habla a Moisés, para que vaya ante Faraón y guíe al pueblo de Israel, en su liberación. Moisés sigue lo que Dios dice que haga, pero el corazón de Faraón se endurece. Se lanzan plagas sobre Egipto, desde sangre sobre las aguas hasta granizo de piedras.
“Y habló Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy el Eterno”. (Éxodo 6:1)
El Eterno se le aparece a Moisés en un nivel superior al de los patriarcas. Hoy tenemos mucho conocimiento acerca de Dios y sus leyes. También tenemos más conocimiento sobre la ciencia. Incluso con toda la Luz revelada, no siempre nos acercamos al Creador.
“Y el corazón de Faraón se endureció y no los escuchó”. (Éxodo 7:13)
Moisés muestra señales y el poder de Dios, pero el corazón de Faraón no es receptivo. Así es con nosotros también. Cuando las cosas van bien, no nos abrimos a la palabra y al poder del Creador. Creemos que somos poderosos y responsables de nuestro éxito personal. Cuando nuestra vida no es favorable, nos acordamos de Dios y nos volvemos a Él.
Es nuestra Luz interior, representada aquí por Moisés, la que nos advierte que aceptemos el poder y la palabra de Dios. Nuestro lado egoísta, representado aquí por Faraón, es que somos reacios a aceptar la Luz. Así que a menudo somos acosados por plagas, para que nuestra petulancia y arrogancia puedan ser quebrantadas.
“Y Moisés tenía ochenta años”. (Éxodo 7:7)
Moisés comenzó su misión principal, liberar al pueblo de Israel, a la edad de 80 años. No hay edad para que hagamos la voluntad de Dios. También muestra que podemos estar activos en cualquier momento de nuestras vidas, independientemente de la edad y condición. Solo queremos.
¡Shavua Tov!
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