¿Razón y emoción?

    Como el agua y el aceite, o la religión y la ciencia, la idea de que la razón y la emoción no pueden ir juntas es una premisa muy fuerte en el mundo actual. Es una premisa, no un hecho, ya que hay una serie de situaciones en las que nuestro corazón y nuestro cerebro actúan en sincronía. Lo que queremos hacer es también lo que debemos hacer, por lo que la toma de decisiones es mucho más fácil. Pero y cuando eso no sucede, ¿cómo debemos actuar y hacia dónde debemos orientarnos: la razón o la emoción?



    Durante la Edad Media y hasta bien entrado el período moderno, la Iglesia Católica tenía el poder y dictaba lo que estaba bien y lo que estaba mal. Con la llegada de la Ilustración, a partir del siglo XVIII, culminando con la Revolución Francesa en 1789, se creó una gran expectativa en la razón y la ciencia.

    El conocimiento podría ser la clave para evitar los conflictos que siempre han marcado la historia de la humanidad y que, combinado con el desarrollo tecnológico en práctica en la Revolución Industrial, la razón podría llevar al hombre a un nivel evolutivo prometedor.

    Es cierto que se ha avanzado mucho en poco más de dos siglos, pero el uso de la razón no fue suficiente para resolver los problemas milenarios de la humanidad.Ejemplo de ello fue la ocurrencia de las dos guerras mundiales, en la primera mitad del siglo XX, en las que hombres dotados de conocimientos movilizaron a millones de personas para conflictos de proporciones gigantescas.

    Por mucho que la inteligencia humana se haya desarrollado a gran escala, no ha sido capaz de corregir conductas execrables, de hecho, como en el caso de la 1ª y 2ª Guerra Mundial, la razón fue mal encauzada. Si bien los esfuerzos debieron aplicarse en la diplomacia y en la lucha contra el hambre, por ejemplo, el conocimiento se utilizó en los discursos bélicos y en la guerra.



    ¿Razón y emoción?Actuar puramente por emoción, históricamente también muestra que cometemos errores. Pero al mismo tiempo, las cosas más bellas de la vida las generan los sentimientos. Por difícil que parezca, es posible gestionar los sentimientos de forma racional, dedicándose con ahínco a lo que ya los que amamos.

    Así como también podemos buscar trabajar los pensamientos motivados por las buenas emociones, actuando de forma reflexiva en bien de las personas.

    En lugar de pensar que la razón y la emoción son como el agua y el aceite, sería más prudente verlos como la leche y el café. Separados son geniales, pero mezclados, en la dosis adecuada, pueden ser aún mejores.



    • Texto escrito por Diego Rennan del Equipo Eu Sem Fronteiras.
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