Obstáculos: ¿cómo enfrentarlos?

    No hay nada más frustrante para quien comienza a planificar que encontrarse con obstáculos, obstáculos o incluso situaciones improbables en el camino. Esa energía, entusiasmo y credibilidad se desvanece y muchas veces se corre el riesgo de incluso abandonar un proyecto importante.

    La incertidumbre del futuro es una variable a considerar. No hay garantías cuando se trata de mañana. La planificación existe precisamente para tratar de minimizar posibles desviaciones que puedan perjudicar un proyecto idealizado. Pero eso no siempre es posible. ¿Y qué hacer cuando surge una dificultad?



    Obstáculos: ¿cómo enfrentarlos?

    Los obstáculos pueden presentarse de diferentes formas: un problema personal, la pérdida del trabajo, una enfermedad, la muerte de un ser querido, la crisis del país, etc. Para fortalecernos ante un escenario como este, ¿qué debemos tener en cuenta? Por contradictorio que sea, siempre debemos vivir la ágora. No tenemos control sobre el futuro. Podemos y debemos prepararnos siempre, pero nunca controlarlo. Y es esta ilusión de control la que nos domina. Creemos que, de alguna manera, podemos interferir en la dinámica de la vida.

    Aprecio particularmente la filosofía de vida japonesa. Hay un proverbio japonés que resume la idea de aprendizaje que está detrás de un posible fracaso: “Cae siete veces, levántate ocho”. El fracaso o fracasos que cometamos no deben, en ningún caso, interferir en nuestro proceso de crecimiento y mucho menos hacernos desistir de algo. Parece contradictorio, pero muchas veces necesitamos este cambio de rumbo para cambiar nuestro punto de vista. Y en el futuro, este cambio de alguna manera representará la mejor decisión que pudimos haber tomado.

    En el camino que somos probados, encontraremos personas que nos critican, que dudan de nuestra capacidad, que incluso nos envidian. Construir un proyecto de vida no es una tarea sencilla y muchas personas se dan por vencidas, lamentablemente. Y peor que eso, se arrepienten tarde.

    Los desafíos componen cualquier emprendimiento, son ingredientes casi intrínsecos a su construcción. Creer que las buenas ideas y los mecanismos de control crearán escudos infranqueables es casi una fantasía. No somos los únicos actores en este proyecto. Diferentes personas con variadas experiencias se relacionarán con nosotros. Y los resultados de esta interacción son desconocidos. En este punto, tendremos que ejercitar la flexibilidad.



    ¿Y si ante todo esto decidimos rendirnos? Dejar la vida en “piloto automático” es una elección. Por supuesto, hay beneficios y razones para hacerlo. Sin embargo, se paga un alto precio por la falsa seguridad que lo acompaña. El sentimiento de fracaso ante una idea abandonada y la frustración por el intento ni siquiera iniciado son solo algunas de las consecuencias que experimentan quienes se dan por vencidos.

    El efecto futuro es dañino y acumulativo… Se crea una creencia limitante de que todo logro difícil debe abandonarse y que la persistencia no conduce al éxito. De hecho, independientemente del resultado, la guía de acción debe ser: ¿Cuáles son mis objetivos de vida en este momento y qué acciones se necesitan para hacerlos realidad? A partir de esta reflexión, introyectamos naturalmente en nuestro comportamiento el coraje necesario para actuar, la perseverancia intrínseca al proyecto, sin olvidar nunca que el lo más importante de todo es vivir en el ahora.



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