El síndrome de la mujer incompleta

Con el paso de los años, he perdido la cuenta de la cantidad de expectativas que existen en torno a la figura de una mujer; tantos que parece una carrera permanente, sin descansos, para la que hay que tener una preparación inmejorable, pero también una carrera de fondo en la que parece que nunca se llega a la meta. Cada vez esta situación, este círculo vicioso, es la realidad de más mujeres, independientemente del país y del continente.

Vivimos sin vivir, sin vernos, ignorando casi siempre nuestras necesidades y deseos, relegándonos al último lugar.



Lo más peligroso de esta situación es que pocas veces somos conscientes de que la estamos pasando y que además es una forma rutinaria de actuar, tanto que se ha convertido en parte de ti. Pero, ¿por qué esta situación afecta a tantas mujeres?

El síndrome de la mujer incompleta

Nos educamos en la creencia de la perfección, que todo lo tenemos que lograr, que podemos con todo, independientemente de nuestro estado físico y emocional. Crecimos con la creencia de que nuestra principal tarea y prioridad es cuidar, ya sea de pareja, familia, padres, hijos... situaciones.

Adquirimos el rol de “cuidador” sin entender las repercusiones que esto tiene para nosotros y también para la persona a la que cuidamos a toda costa, creando una dependencia mutua. Aprendemos a cuidar y, por regla general, lo hacemos muy bien. Pero en este rol de cuidador nadie nos enseña a cuidarnos. No aprendemos que cuidarnos es importante y más prioritario que cuidar a los demás, porque si te cuidas como te mereces, no puedes cuidar al otro, o al menos no al verdadero significado de la palabra cuidar. Entendemos por cuidar, procurar que a la otra persona, colectiva o del hogar, no le falte nada y tenga lo necesario para sentirse bien y así suplir sus necesidades emocionales y fisiológicas.



El síndrome de la mujer incompleta

Pero esto no es cuidar, podríamos decir que esta es la parte superficial del verbo. Cuidar es acompañar, comprender, escuchar, amar y estar incondicionalmente. Como ves, va mucho más allá de cubrir las necesidades del otro con un “parche”. La pregunta aquí es, si no puedes escucharte a ti mismo, entenderte a ti mismo, valorar lo que sientes, cómo te sientes, lo que necesitas, ¿cómo puedes hacer eso con otra persona?

Si no te permites ser incondicional contigo mismo, como es posible ser incondicional con el otro, si la primera persona que tienes que aprender a cuidar es a ti mismo, cuidarte, cuidarte son fundamentales piezas en tu salud emocional, en la forma en que se relaciona y se proyecta en el mundo.

¿Por qué es esto vital?

El síndrome de la mujer incompleta

Cuando tu figura pasa a un segundo plano es que piensas que cuidar a los demás es más importante que cuidarte a ti mismo, ¿por qué haces eso? ¿Qué quieres con eso? ¿Lo haces por amor? ¿Solo por amor?

La verdad no. Haces esto porque cuando dejas de cuidarte, te desconectas de ti mismo: cuerpo, deseos, sueños, necesidades afectivas, emocionales y fisiológicas. Sin darte cuenta olvidas puntos fundamentales que marcan quién eres, tu esencia, que te identifica como persona y como mujer. Perdiéndote así la pista.

¿Qué consecuencias tiene esto?

El síndrome de la mujer incompleta

Buscas complacer a los demás, a los que te rodean, ya sea familia, pareja, ambiente de trabajo, relaciones cercanas, etc.; sintiéndote necesario, útil, imprescindible para el bienestar del otro o para el buen funcionamiento de un engranaje o núcleo de personas, buscando que los demás te den el amor, la importancia y el valor que tú mismo no te das, porque olvidaste como hacerlo y no recuerdas o no sabes que nadie puede reemplazar el amor que tienes que darte y que nadie puede darte exactamente como lo necesitas porque no sabes. Porque no se trata de que los “otros” te delaten, sino de que no te canceles a ti mismo, que no canceles tu esencia en la búsqueda de un amor fantasma, que en medio de tanta carrera al abismo parece que nunca llegar.



Esta situación te genera frustración porque sientes que das sin medida, que das todo y no recibes lo que esperas ni como esperas. Te pierdes para volverte hacia el otro, convirtiéndote en la reina de las expectativas relacionadas con los demás, pero sin poner ninguna sobre ti como mujer. Te sometes a los deseos de los demás para complacerlos y convertirte en quien crees que ellos quieren que seas. Creas tu vida, tú y tu realidad en base a lo que los demás esperan de ti, ¿por qué?

Además de las creencias condicionantes, aprendemos a ser incoherentes con nosotras mismas como mujeres, porque nos adaptamos y adoptamos distintas posturas, comportamientos y personalidades de acuerdo a cada uno de los roles que desempeñas en cada momento. Sí, papeles. ¿Siempre te comportas de la misma manera?

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No, porque la necesidad de agradar, de ser valorada o amada, te lleva a ser diferente, según el rol del momento: madre, pareja, amante, hija, cuidadora, profesional. No solo te comportas diferente, sino que en ninguno de estos “roles” eres tú mismo; porque te comportas sin brújula, perdido, sin saber lo que buscas ni lo que se espera de ti, de la vida y de los demás.

Todo esto ya lo sabes. Entonces, ¿por qué sigues haciendo esto? ¿Por qué sigues haciendo algo totalmente diferente de lo que piensas y sientes?

Te pierdes en esta profunda carrera tratando de ser alguien que no eres, anulando tu esencia personal en una búsqueda que te hace sentir insatisfecha y entrando en el juego social del “Síndrome de la Mujer Incompleta” que no es más que un conjunto de actitudes, miedos y ignorancia que te lleva a buscar “algo” toda tu vida, sin saber muy bien qué ni dónde; al mismo tiempo enfocas toda tu energía en el otro, porque te sientes vacío y temeroso de enfrentar las críticas sociales, en las que todo lo relacionado con la mujer es un gran tabú, expectativas y figura estandarizada que te empeñas en seguir por miedo a marcar la diferencia en tu vida y ser quien quieres ser… Sé libre, porque estás satisfecho contigo mismo, con lo que eres y hacia dónde vas.



El síndrome de la mujer incompleta

Ser libre no significa estar solo. Ser libre es sinónimo de no perder tu identidad, ser tú todo el tiempo, aceptarte y quererte. De esta forma, este “síndrome” desaparece y dejas de andar por la vida buscando la aprobación y el amor de los demás. Pero eres tú mismo porque te sientes satisfecho, el vacío desaparece, dejas de actuar en busca de “ser completado” con amor y reconocimiento, simplemente compartes y das lo mejor de ti en cada momento, sin expectativas.

Cada vez vivimos en un mundo con más mujeres vibrando en la energía del síndrome de la mujer incompleta que necesitan despertar y reivindicar su identidad. ¿Quieres ser parte de ese porcentaje?

yolanda castillo

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