¿Y si es el fin del mundo?

    Hoy soñé que el mundo se iba a acabar. Estuvo bien. Un meteorito golpearía la Tierra y no tendríamos ninguna posibilidad.

    En medio de cierto caos onírico, me quedé paralizado y sólo pude pensar: ¿cuál es el sentido de todo esto? ¿Por qué hice tantos planes y viví proyectándome al futuro? ¿Por qué seguí luchando por defender ideologías -en nombre del bien común- si al final todos van a morir de todos modos?

    ¿Por qué contamos historias, escribimos, dejamos registros? Activos, propiedades, ideas: todo eso quedó como un gran vacío en mi pecho. La sensación de que nada creamos y por qué luchábamos como humanidad tenía el más mínimo sentido. Todo iba a terminar. No quedaría nadie que pudiera leer nuestras historias, pelear por ideologías, entender el mercado financiero.



    Listo. ¿Cuál es el punto de todo esto? ¡Hemos llegado tan lejos, hemos evolucionado tanto!

    Los animales más frágiles -físicamente- del planeta. Nuestras uñas no son garras. No corremos muy rápido. Nuestra vista y olfato son limitados.

    Nuestra ventaja es ser conscientes de que somos, que existimos y que morimos.

    Dentro de esta ventaja de poder crear tanto, inventar, fabricar y descubrir cosas nuevas, tenemos una desventaja agónica, que es saber que, algún día, se acaba. Al menos nuestra existencia física tiene límites.

    ¿Y si es el fin del mundo?
    Luisrsphoto / Getty Images Pro / Canva

    Si vamos a resucitar, ir al cielo, convertirnos en espíritus errantes o ángeles, no estamos seguros. Hay gente que jura que así es, tu alma no muere. De hecho, somos parte del todo, así que volvamos a eso y sigamos sin fin.

    ¿Pero con la misma conciencia que tenemos hoy? ¿Con las mismas experiencias y sensaciones? Si realmente todo se va a acabar, ¿de qué sirve trabajar, pensar en el futuro, casarse y tener hijos?



    Por eso somos maestros en crear historias para ahogar este sufrimiento y darle un norte. Algunas personas piensan en el cielo. Otros piensan en el karma. Algunos piensan en los placeres del cuerpo, pero sin sentido no hay vida. No salimos de la cama.

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    Me desperté incrédulo y pasé el día encontrando razones para volver a creer que valía la pena. ¿Es porque?

    Creo que después de eso voy a abandonar algunas certezas y anclarme en vivir de la mejor manera cada momento. Es bueno preguntarse una y otra vez qué sentido le damos a nuestra vida, qué estamos creando en nuestro interior con las actitudes y pensamientos que tenemos y cómo colaboramos -o no- para el colectivo. Porque lo colectivo nos afecta y viceversa.



    La gente está buscando significado. Tiene que haber una razón. Pero… ¿y si no tienes un motivo?

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