Vida pasada. ¡No me acuerdo!

Vida pasada. ¡No me acuerdo!

Cuando estamos en un círculo de buenas conversaciones, siempre nos preguntan cómo pudimos vivir otras vidas si no recordamos nada. Así que las lecturas nos dicen así:


“Puesto que Dios entendió echar un velo sobre el pasado, es por eso que hay una ventaja. En efecto, la memoria traería inconvenientes muy serios. Podría, en ciertos casos, humillarnos singularmente, o bien podría exaltar nuestro orgullo y, por lo tanto, obstaculizar nuestro libre albedrío. En todas las circunstancias, inevitablemente traería perturbaciones en las relaciones sociales. A menudo, el Espíritu renace en el mismo ambiente en el que ya vivía, estableciendo nuevas relaciones con las mismas personas para reparar el daño que se les ha hecho. Si reconociera en ellos a los que había odiado, tal vez el odio se despertaría dentro de él. En cualquier caso, se sentiría humillado en presencia de aquellos a quienes había ofendido.



Para mejorarnos, Dios nos ha dado precisamente lo que necesitamos y nos basta, la voz de la conciencia y las tendencias instintivas. Nos priva de lo que sería perjudicial para nosotros. Al nacer, el hombre trae consigo lo que ha adquirido, nace lo que ha hecho en cada existencia, tiene un nuevo punto de partida. Poco le importa saber lo que pasó antes. Si se ve castigado, es porque ha hecho mal. Tus malas tendencias presentes indican lo que te queda por corregir en ti mismo y es en eso en lo que debes centrar toda tu atención, porque de lo que has corregido completamente, ya no retendrás rastro alguno.

Los buenos propósitos que habéis tomado son la voz de la conciencia, advirtiéndoos del bien y del mal, y dándoos fuerza para resistir la tentación. De hecho, el olvido se produce sólo durante la vida corporal. Volviendo a la vida espiritual, el Espíritu recupera la memoria del pasado, no hay más, pues, que una interrupción temporal, similar a la que se produce en la vida terrestre durante el sueño, que no impide que al día siguiente recordemos de qué se trata. hemos hecho el día anterior y los días anteriores.


Y no es sólo después de la muerte que el Espíritu recupera la memoria del pasado. Puede decirse que nunca la pierde, ya que, como muestra la experiencia, aun encarnado, cuando el cuerpo está dormido, ocasión en que goza de cierta libertad, el Espíritu es consciente de sus actos anteriores. Sabe por qué sufre y que sufre con justicia. El recuerdo sólo se borra en el curso de la vida exterior, de la vida de relación. Pero, a falta de un recuerdo exacto, que podría resultarle doloroso y perjudicarlo en sus relaciones sociales, saca nuevas fuerzas en esos momentos de emancipación del alma, si sabe aprovecharlos”.


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Por lo tanto, recordar vidas pasadas solo nos traería dificultades para completar las metas. Preocupémonos más de lo que sucede a nuestro alrededor, tratando de detectar lo que la vida misma nos quiere decir.



Que Dios nos bendiga a todos.

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