Viaje a mi interior

    Cuando me jubilé, pensé: ahora voy a caminar, ver lugares que siempre quise visitar. Me imaginé caminando por las calles, hablando con la gente, observando sus costumbres, viendo espectáculos teatrales, degustando platos típicos, dejándome deslumbrar por las diferentes manifestaciones culturales. Seleccioné varios itinerarios de viaje, programé y realicé algunos de ellos. Siempre es genial viajar, ¿no crees?

    De repente, a todos nos sorprendió una pandemia que nos quitó la libertad. ¡Qué pena! Cuando viajo me libero de muchas cosas: la rutina, la comodidad, las preocupaciones y hasta las obligaciones. En cierto modo, viajar era un proyecto prioritario para mí. ¿Conoces esa idea de no morir antes de conocer algunas maravillas del mundo? ¡Confieso que me decepcionó!



    Tras unos meses de estupor, emprendí un viaje insólito: “sin pañuelo, sin documento, nada en el bolsillo ni en las manos”, me dirigía hacia mí. En primer lugar, aclaré la cabeza, ya que, en un viaje de estas características, ella es la maleta que no podía olvidar de ninguna manera. Surgieron muchos pensamientos: ¿qué estoy haciendo aquí en medio de esta pandemia? ¿Cómo puedo mantener mi salud física y mental sin la libertad de ir y venir? ¿Cuál será mi enfoque? ¿Qué decisiones debo tomar para que mi vida no pierda sentido y con qué objetivos?

    Con estas y muchas otras preguntas en mente, traté de adaptarme a mi nuevo estilo de vida. Solía ​​nadar, pero decidí alejarme del gimnasio al que asistía hasta que la situación mejorara. Así que retomé un viejo sueño: aprender a andar en bicicleta. Empecé a entrenar a diario, me caí un par de veces. No me di por vencido hasta que conseguí el equilibrio necesario para ejecutar las maniobras y adquirir confianza en mí mismo. Interesante como esta práctica me devolvió la sensación de libertad y me proporcionó momentos de reflexión muy importantes. En el paseo en bicicleta, con el sol y el viento pegándome en la cara, me sentí más integrado con la naturaleza. Mi percepción sensorial se agudizó y una sensación de plenitud me envolvió. Cuando adquirí una buena habilidad, decidí hacer un experimento: andar en bicicleta y meditar al mismo tiempo. Puedes decirme: ¡esto es imposible! Obviamente no cerré los ojos, pero enfoqué mi mirada en un ángulo de 45 grados y traté de concentrarme en los sonidos provenientes de la naturaleza que me rodeaba. Luego comencé a inhalar y mientras exhalaba, practicaba el mantra “aum”. Sigo mejorando esta experiencia. Puedo despejar mi mente bien.



    Viaje a mi interior
    Marco Aurelio / Pexels

    Asocié esta práctica con un programa de ejercicios y mi cuerpo respondió muy bien. La calidad de vida se ha convertido en una meta muy importante para mí en esta pandemia. Adquirí hábitos que hasta entonces no formaban parte de mi rutina diaria. No me enfermé.

    Continué con mi programa de autocuidado. Después de todo, nuestro cuerpo contiene temporalmente nuestra verdadera esencia. Somos seres espirituales cobijados por un cuerpo físico. Cuidar la mente y el espíritu siempre ha sido fundamental, pero en tiempos de pandemia este cuidado se ha convertido en una condición "sine qua non" para mantenerse saludable. Todos sabemos que muchas personas han enfrentado y continúan enfrentando problemas psicológicos causados ​​por el miedo y el aislamiento social.

    Entonces, decidí alimentar mi mente y mi espíritu en la búsqueda del autoconocimiento, el desarrollo de valores y el descubrimiento y perfeccionamiento de mis talentos. Tomé varios cursos en línea y vi innumerables videos a través de los cuales conocí a personas muy especiales: músicos, filósofos, escritores, profesores de yoga. La lectura, la meditación y la música me permitieron mantenerme enfocada en mis propósitos y seguir el camino correcto hacia mí misma.

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    Soy plenamente consciente de que haber formado una voluntad iluminada y decidida a lo largo de mi vida fue y sigue siendo fundamental para mi crecimiento espiritual. Percibo claramente que anclar nuestra vida en momentos fugaces, meramente sensuales, o vincular nuestros deseos a objetos y fines exclusivamente materiales, es perder la oportunidad de conquistar nuestra humanidad.

    Mucha gente está dejando pasar el caballo ensillado, alimentando las ganas de que acabe la pandemia para volver a su vida habitual, sin abandonar la comodidad, el egoísmo y la futilidad que ofrece el mundo. Quieren, como ellos mismos dicen, disfrutar de la vida, ignorando que los momentos fortuitos no favorecen la formación de un comportamiento más coherente, sólido, pacífico, solidario y verdaderamente humano.



    No estoy diciendo aquí que debamos volvernos benditos, santos, yoguis o algo así. No me malinterprete, querido lector. Solo quiero llamar su atención sobre la importancia de su “yo interior”. ¡Él es tu verdadera identidad! Descúbrelo, despiértalo, purifícalo, vive en armonía con él. No te rindas en este viaje. Por mi parte, te seguiré. Sé para qué estoy aquí en este mundo. ¿Y tu?



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