Ya me he arrepentido de un beso o dos que no di. ¡Después! Ya me arrepentÃa de no haber renunciado y de una relación que seguÃ. De no haber salido antes de una fiesta… ¡Ah! Y un dÃa que no celebré. Ya me he arrepentido de haberlo valorado y, a ciegas, casi perder el mÃo. Y como me arrepentÃ, tengo "maktub" en mente, porque eso era exactamente lo que tenÃa que haber sucedido.
Pero hoy… Sólo porque hoy entiendo hoy, sé:
de los besos que doy no me arrepiento,
del te amo que te digo no me arrepiento
de los poemas que dedico, no me arrepiento.
Gracias a lo que ya sentà y me duele,
puedo vivir y disfrutar
el mejor regalo al libre albedrÃo
Me doy: mis elecciones.
Solo después de mucho tiempo comprendemos lo que para muchos nunca será más que un cliché: el amor propio debe ser nuestro mayor amor. Es solo después de que nos amamos exactamente como somos y somos conscientes de en quiénes nos hemos convertido precisamente por lo que sentimos, elegimos hacer, reaccionamos a lo que nos ha sucedido y soportamos lo que hicimos que suceda, solo después de que somos somos libres de elegir lo que queremos, va y se queda en nuestra vida.
También te puede interesar
- Arrepentimiento ante Dios
- Libérate de los arrepentimientos con poderosos consejos
- Evita estas cinco cosas que pueden llevarte al arrepentimiento
- Descubra si nuestras elecciones realmente nos definen
- No te arrepientas mañana por no haber vivido el hoy
Hasta que eso suceda, aceptamos lo que creemos que merecemos… Estamos tan atrapados en nuestras propias expectativas que nos boicoteamos a nosotros mismos, sentenciando nuestras vidas a quien o lo que elijamos sea más importante que nuestra plenitud. A partir del poco amor que nos damos, desatendidos por heridas que muchas veces ni siquiera sabemos que están abiertas y que necesitan ser sanadas, nos sometemos a situaciones desagradables y despectivas, a amores escasos, a personas tan inaccesibles como nosotros, a momentos pasados ​​y sin sentido. , tuvo sexo muy cachondo y sin besos de despedida. Tomando como referencia el poco valor que imaginamos que tenemos, sobrevivimos de pedazos de felicidad que encontramos en el camino frÃo, como restos de pizza del otro dÃa en la heladera. Y entonces imaginamos que la vida solo tiene reservado esto para nosotros; un vestigio helado de lo que pudimos haber vivido.