¿Seguimos siendo humanos?

    La sociedad contemporánea está marcada por una proceso de borrado por el otro, conocido como el fracaso de las instituciones sociales, como familia, escuela e iglesias. Instituciones que deberían ser ejemplos de normas morales, de virtud y de civismo, pero que presentan, cada una a su manera, sentimientos opacos, relaciones inconstantes y, muchas de ellas, desapego de valores, como la amor, respeto, ética, solidaridad y justicia.

    De esta manera, el hombre de hoy vive la peor crisis de su historia: la crisis de sí mismo. Contradictoriamente, en medio de tanto conocimiento técnico y tecnológico, el hombre contemporáneo no sabe quién es y qué hacer con su vida, con sus sentimientos. En una época marcada por el consumo alienado, la producción a gran escala, la inteligencia artificial, el proceso de robotización de las tareas del hogar, etc., la pregunta que queda sin formular es la siguiente: ¿seguimos siendo humanos? 



    Para cambiar este juego, es necesario que nuestras relaciones personales y sociales sean más objetivas, sinceras y verdaderas. Las horas que dedicamos a la interacción social con nuestra familia, vecinos, colegas y amigos definirán si seguimos siendo humanos o no. En el fondo, todo pasa y la vida es un breve instante de existencia en la línea del tiempo. En otras palabras, tuvo un principio y tendrá un final. Lo que dejamos de nuestra vida son los días, horas y recuerdos que pasamos con las personas que amamos.

    ¿Seguimos siendo humanos?Por lo tanto, para ser un verdadero ser humano, no es necesario dominar las nuevas herramientas de comunicación, a riesgo de ser juzgado y marginado de nuestra sociedad. Solo necesitas saber “perder” el tiempo con el otro. Estar presente y saber escuchar son las dos categorías filosóficas más importantes de nuestro tiempo. Por otro lado, hay que estar preparado para el otro. El encuentro con el otro, tal como es, interpela nuestra existencia. Así, debemos evolucionar y transformarnos en mejores seres, respetando todas las diferencias de los demás, reconociendo al otro en su esencia y creando empatía.



    No hay otro camino: o nos convertimos en mejores seres, o seremos conducidos como marionetas en manos de algún loco. Por tanto, el ser humano ya ha evolucionado lo suficiente como para volver al pasado. ¡Tienes que mirar hacia adelante! Y en esta perspectiva, el sabio encuentra en la esperanza y en el amor los cimientos de una vida feliz. En otras palabras, sólo el amor es la salida. Amor propio. Amor por el otro. Amor por los animales. Amor por el medio ambiente. Así, como dijo el poeta español Renato Russo (1960-1996): “Hay que amar a la gente como si no hubiera un mañana”.

    En definitiva, este nuevo ser humano que queremos ser –no hablo aquí sólo de la generación Millennial, sino también de todas las personas mayores, que suelen ser las más receptivas a lo nuevo– debe formarse en el respeto mutuo, la pluralidad y la en la diversidad de ideas y opiniones de los demás, en definitiva, en la experiencia del amor. Es en este universo, en la práctica de los valores humanos fundamentales, que surgirá el nuevo ciudadano, que el ser humano no se rendirá a las máquinas. Incluso con todos los desafíos sociales y personales que esto implica, creemos que seguiremos siendo mejores que las mejores máquinas del mundo. ¡Viva la inteligencia humana! ¡Viva el amor humano! ¡Viva la esperanza humana! ¡Viva el ser humano!



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