A casa de mujeres salvajes a veces se esconde en la niebla. A veces es tan claro como el sol. A veces está al lÃmite. A veces está en el centro. El encuentro con ella es para aquellos que, en algún momento de la espiral sagrada del tiempo, se comprometieron consigo mismos.
La casa de la mujer salvaje está hecha de madera. Calienta en los dÃas frÃos y refresca en los calurosos. Es pequeño pero grande. Encierra tantos mundos como puedas soñar, sus pocas puertas dan acceso a tantas otras puertas nuevas, me imagino que su techo da a un ático y que al fondo de la cocina las escaleras dan a un sótano. La casa me dice que asà como adentro, afuera; como arriba, abajo.
La casa de la mujer salvaje obviamente tiene un jardÃn. Él demasiado salvaje. Junto al romero, compost; salvia, toronjil y hierba de San Juan, arbusto; junto a las flores de calabaza, hongos. La organización es naturaleza. Las flores no se distinguen de sus espinas, el agua ama el fuego y el fuego ama el agua, asà como el silencio ama el ruido y el ruido busca el silencio.
La casa de las mujeres salvajes a veces organiza banquetes. En la fastuosa mesa, las mujeres saborean manjares, manjares y vinos, cuentan historias, rÃen y lloran. Luego bailan alrededor del fuego donde arden la tristeza y el rencor, los recuerdos y las expectativas, los abortos y las muertes. Cuando están cansados, se acuestan en el suelo y observan las estrellas fugaces, que les traen sueños enigmáticos.
La casa de la mujer salvaje a veces estuvo envuelta en 40 dÃas de lluvia ininterrumpida. El agua que caÃa del cielo empapaba la casa. En el interior, cuando sostenÃas un bolÃgrafo, comenzaba a brillar por sà mismo. dibujar historias: Historias de mujeres que escalaron torres durante dÃas, meses y años; historias de mujeres que temblaron de frÃo y murieron; historias de mujeres que cuidan a su madre en algún lugar lejano de Asia; historias de mujeres que amaban a hombres y mujeres, que se maravillaban de la belleza de sus propios cuerpos y se asombraban, con loca alegrÃa, de la potencia de la vida. Cuando salió el sol, la casa celebró el sol, con ropa blanca y colorida llenando los tendederos.
La casa de las mujeres salvajes acoge, sin elegir. El caos entra por las grietas, por las cañerÃas, asà como la presencia de las estrellas. En la casa, las mujeres a veces gritan, pelean, ceden a las rabietas de sus niñas, patean, sangran, se dejan llevar por la desesperación. En estos dÃas no hay fiesta. En estos dÃas, en la mesa de las mujeres salvajes solo hay agua. Beberse todo. El agua es pura y fresca. Y suficiente
La casa de las salvajes tiene espejos Cuando entré, con los ojos de lechuza sagrada prestados de la casa, vi en la oscuridad lo que la noche protegÃa. Me sobresalté, pero seguà mirando, hacia el cálido interior de la casa. Era solo eso. El monstruo debajo de la cama se alimenta de la cobardÃa de no mirar. Y, acogido por la casa, miré. Era la nada, frente a mis ojos asustados, que veÃan reflejado mi miedo. El miedo al miedo. La casa me enseñó a confiar.
Tu ropa es hermosa, escogida para cada dÃa. Su cabello es blanco, rubio, castaño. Sus ojos azules, marrones, pequeños, grandes, pero todos vivos. Sus diferencias a veces causan peleas por sus riquezas. Las mujeres salvajes se conocen cada dÃa más. Crecer en sabidurÃa. Y crecer duele. Pero ahà está el misterio de aceptar la vida: la vida como un rÃo, las personas como el agua, fluyen en el tiempo espacio del ser.Tuve la suerte de entrar y convivir en la casa de las mujeres salvajes. Tuve la suerte de vivir con ellos durante un tiempo. Y descúbreme, a mà mismo, salvaje.
Un dÃa, las mujeres salieron de la casa.
Hicieron las maletas y se fueron.
Me vi allÃ, solo, entre los muros que guardaban tantos recuerdos, en el jardÃn que seguÃa recibiendo mariposas y orugas en su cuerpo, frente al fuego apagado aún lleno de ceniza.
yo solo ahi Con los pies bien puestos en el suelo.
Miré y entendÃ.
finalmente entendÃ.
La casa eran las mujeres.
La casa era yo.
Como si la Tierra, feliz, plena, madre de amor infinito e incondicional, hubiera soñado con un hogar.
EntendÃ.
La Tierra habÃa soñado con el hogar.
La tierra habÃa soñado con esas mujeres.
La Tierra habÃa soñado conmigo.
Y para ti.
Aquà estamos.
derramando leche
en forma de leche
De Arte,
De Cuidado,
De Amor…
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