Jesús siempre sanó

    Ser afectado por la enfermedad es normal en este Planeta donde aún predomina el mal, y esto seguirá sucediendo por muchos, muchos años, porque sólo con el paso del tiempo los habitantes de aquí comprenderán la necesidad de perseverar en el bien.

    Es interesante la forma en que el Arquitecto del Universo nos convence a cambiar nuestras actitudes y emprender el camino de la rectitud, y una de estas modalidades es ponernos en situaciones que dan lugar a la enfermedad. ¡No es que el Padre sea malo! Es que solo cumplimos con ciertas pautas cuando nos enfrentamos a situaciones de gran angustia.



    Un filósofo dijo: "No hay enfermedades, sino pacientes". De hecho, somos nosotros quienes, por malas actitudes y comportamientos desequilibrados, atraemos energías negativas que se manifiestan en nuestro cuerpo material, debilitando lo que somos. En vista de esto, recurrimos al Creador para que nos alivie del sufrimiento e incluso nos brinde sanación para que podamos permanecer un poco más en este plano terrestre.

    Jesús siempre sanó
    geRsweb / Pixabay / Canva

    En tiempos pasados, también sufrimos enfermedades graves. Uno de los más conocidos en el tiempo que Jesús estuvo aquí físicamente fue la lepra, pero siempre promovió la curación cuando se le presentó. Tenga en cuenta que no todas las personas infectadas con la enfermedad mejoraron y se curaron. La mayoría murió a causa de esta enfermedad.

    Deducimos que la cura sólo beneficiará a quien la merece, y el Maestro, siempre que curaba, pedía a la persona que no pecara más para evitar un mal mayor, a lo que concluimos que el enfermo desarrolló la enfermedad por haber pecado! Es decir, cometió algo malo en la vida o mala conducta. Por lo tanto, siempre que practiquemos la mala conducta, nos enfermaremos. Dependiendo de la situación, podemos o no ser dignos de ser sanados.



    Una enfermedad que puede considerarse fatal siempre llega para cambiar nuestra forma de ver la vida. A veces nos consideramos buenas personas por hacer obras de caridad repartiendo comida, ropa o donando dinero. Esta es la caridad más simple que podemos hacer, y los funcionarios del gobierno lo hacen a menudo, ya que solo dependen de los recursos. Hay otras organizaciones benéficas meritorias, como la adopción de un niño sin hogar, el cuidado de una persona enferma o el buen trato de una persona mayor. No es suficiente ser materialmente caritativo; tenemos que serlo de la manera que enseñó el Maestro.

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    Una palabra amistosa o un buen consejo también es caridad. Recordemos que Él siempre buscaba traer una palabra de consuelo y, cuando practicaba la curación, llamaba la atención sobre nuestra mejora moral. Así continúa hoy, porque la evangelización del Maestro no ha cambiado.



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