Honrar a la madre y al padre

Honrar a la madre y al padre

Honra a tu madre, para que seas de larga vida en la tierra que Jehová tu Dios te da.” Éxodo 20:12


Nada mejor que el mes de agosto para reflexionar sobre este tema del Evangelio de Jesús.

Sabemos que el Maestro siempre nos advertía a través de sus parábolas, sabiendo que era nuestra deficiencia de entendimiento y también el tiempo que necesitaríamos para asimilar un poco de todo lo que nos dejó.

El mandamiento: "Honra a tu padre y a tu madre" es una afirmación de la ley general de la caridad del amor al prójimo, ya que quien no ama a sus padres no puede amar a su prójimo; pero el término honor va más allá, pues incluye la piedad filial.



Si hemos de amar incluso a nuestros enemigos, ¿qué dirá esta expresión? El término honor significa, además de amor, respeto, atención, sumisión y condescendencia hacia ellos.

Son almuerzos rápidos o visitas insignificantes a las que dedicamos sólo minutos de nuestro precioso tiempo, que ni siquiera notamos la expresión de felicidad contenida en sus ojos, algo borrados por las cicatrices del tiempo. ¿Es suficiente?

¿Dónde quedaron los mimos, las risas, los paseos por los parques de cuando éramos niños? ¿Y las noches de vigilia de los momentos de enfermedad? O incluso la leche que nos alimentaba, ¿nos la vendieron? Momentos estos olvidados quizás.

Amigos, puede que el olvido nos haya golpeado, pero aún hay tiempo. Veámoslos como sugirió el Maestro.

Amor, cariño, atención, consuelo y no sólo lo estrictamente necesario.

Hay casos en que el recuerdo no es tan agradable, como los padres que no cumplieron con sus deberes, pero sólo a Dios les corresponde castigarlos y nosotros perdonarlos.


Otros tienen aún mayor mérito, ya que eligieron la paternidad a través de hijos que no engendraron, para estos el cuidado debe ser mayor, pudieron haber optado por vivir solo sin las responsabilidades filiales y no lo hicieron, prefirieron compartir su vida con otros que no tenían nada que les diera la esperanza de un mundo mejor.

Todos estamos en deuda con aquellos que nos dieron la vida o nos guiaron a través de ella.

Déjanos sostener tus manos temblorosas para sostener tus pasos debilitados al final de tu camino terrenal para que podamos encontrarte en el plano mayor con los brazos abiertos para recibirnos nuevamente.

Todos tenemos algo que ofrecerles, solo un esfuerzo por recordar momentos pasados ​​y todo fluirá con naturalidad.


A ustedes Padres, que a pesar de todos sus esfuerzos por reprimir los malos instintos de sus hijos y aun así todo les haya parecido en vano, tengan por seguro que la vida les brindará la oportunidad de rescatar y un día la ingratitud será arrasada de sus corazones y como al hijo pródigo, lo recibiréis con los brazos abiertos, con el corazón rebosante de alegría por la certeza de la tarea cumplida.


“Las pruebas groseras son casi siempre para el fin del sufrimiento y para la mejora del Espíritu, cuando se aceptan con el pensamiento de Dios”. San Agustín


Luz y paz

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