Nacemos libres, puros y limpios de toda contaminación mental y emocional. Nacimos sin ningún programa. Nuestra alma viene al mundo en pura esencia divina, libre de juicios, miedos, culpas, angustias, comparaciones, inferioridades, tristezas, en fin... es decir, nuestra esencia es puro amor, luz, paz, alegría, auto- estima, coraje... A medida que crecemos e interactuamos con el entorno, las personas y el mundo que nos rodea, recibimos información y aprendizaje. ¡Hasta aquí todo bien! Recibimos información importante y necesaria. Pero resulta que el 90 por ciento de esta información viene cargada con la visión muda y los programas de quienes nos rodean. Que por cierto también recibió influencias y programas similares. Por lo tanto, es importante que no juzguemos a estas personas de ninguna manera, ¡ya que actuaron de acuerdo con lo que también les fue transmitido!
Entonces, durante nuestro crecimiento y desarrollo, estos programas e información entran y se almacenan en nosotros. Los diversos programadores de nuestra mente entran en acción, con su información y con sus ideas. Con eso, poco a poco vamos formando nuestra personalidad según los programadores más poderosos de nuestra vida. Y menciono aquí los más importantes de ellos, que son nuestros padres, familiares, maestros, sacerdotes, pastores... y podría incluir una p más en esta lista: también nos influenciaron nuestras primeras pasiones... primeras relaciones, desarrollaron problemas de depresión, baja autoestima, a menudo se sienten mal, culpables, inadecuados, fracasados…
¡Hay tantos programas y creencias negativas sobre nosotros mismos, nuestro comportamiento, el mundo, las personas y la vida, que realmente se vuelve difícil desarrollarse bien en todas las áreas! Muchas personas cargan con bloqueos, inseguridades, sentimientos de inferioridad, fracaso, indignidad, etc. Estos programas están incrustados en nuestro inconsciente, generando actitudes y comportamientos que nos limitan a vivir una vida feliz. Hasta que un día, de repente, nos miramos, y nos percibimos llenos de miedos, de inseguridades, llenos de creencias que nos limitan y nos bloquean.
A pesar de todo esto, es importante, y hoy quiero que sepas que ¡tú no eres eso! Te lo repito: ¡TÚ NO ERES ESO! ¡TÚ NO ERES ESE ENREDO DE BASURA! Todos estamos programados. Te doy un ejemplo: muchas veces decimos que no nos gusta o no estamos de acuerdo con algo, o viceversa, estamos de acuerdo e incluso seguimos alguna tendencia, preferencia o incluso una religión o comportamiento; sin detenernos a cuestionarnos, por qué hacemos o actuamos de determinada manera.
Difícilmente nos preguntamos: ¿realmente me gusta esto? ¿Es esa persona que pienso tanto así? ¿Y por qué estoy juzgando? ¿Realmente tengo esa opinión? ¿O se basa en la opinión y el prejuicio de los demás? ¿De verdad pienso esto, que me gusta esto, que quiero hacer aquello? ¿O es que mis opiniones, miedos, ansiedades, juicios, inseguridades e incluso gustos y mi forma de comportarme son realmente coherentes conmigo? Te garantizo que cuando empieces a actuar así, es decir, a cuestionarte, ¡te sorprenderás! No siempre todo lo que reside dentro de ti es verdaderamente tuyo. La mayoría de las veces, eran programas que te transmitían tus padres, familiares, profesores, líderes religiosos, relaciones, la sociedad de la que formas parte, también programas de consumo y los medios de comunicación.
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Y luego me preguntas: “¿cómo me deshago de toda esta basura que trata de intoxicar mi personalidad, mi carácter y mi comportamiento?” Y vuelvo con la misma respuesta de siempre: el autoconocimiento. Siempre daremos los giros necesarios y siempre caeremos en el autoconocimiento. ¡Él es la base de todo! Es importante que nos cuestionemos todo el tiempo, porque cuando nos cuestionamos, ¡llegamos a nuestra esencia! No siempre encontraremos una respuesta inmediata, muchas veces solo encontraremos un silencio interior que podemos considerar sin respuesta, sin embargo muchas veces es precisamente en el silencio donde encontramos las respuestas.
En otras palabras, es en esos momentos cuando nuestro ser está vacío de toda esta toxicidad que encontramos la paz mental y la serenidad de nuestro corazón para actuar en un contexto dado. El parloteo de nuestra mente nos impide escuchar a nuestro corazón. ¡Y ahí es donde reside la verdadera sabiduría y la paz interior! ¡Silencia tu mente!
