descubriendo el útero

Hay un antiguo canto indígena que canta “matriz sagrada, centro de poder”. Un hermoso homenaje al útero, ese órgano fundamental de la anatomía femenina, único portal del que dispone el ser humano para llegar al planeta Tierra. Esta visión simbólica es fundamental para que nuestra sociedad contemporánea -incluidas las propias mujeres- se relacione con el debido respeto a la naturaleza cíclica de lo femenino, entendiendo que el misterio de la vida, la muerte y el renacimiento reside en la estructura uterina.


Biológicamente, el útero es el órgano interno del sistema reproductor femenino. Es un músculo que tiene aproximadamente el tamaño de una pera y tiene una enorme capacidad de expansión durante el embarazo. En su composición encontramos el canal vaginal, el cuello uterino, la cavidad uterina, las trompas uterinas y los ovarios. Entendiendo su actividad en el cuerpo, observamos que el aspecto simbólico de la música ancestral es en realidad bastante práctico. El ciclo menstrual femenino funciona como una orquesta, en la que los regentes son las hormonas secretadas por la hipófisis (glándula endocrina situada en la base del cerebro) y los ovarios.


El respeto por el útero, por el ciclo menstrual y específicamente por la sangre es un rescate urgente en nuestra sociedad. Durante muchos siglos, las mujeres de todo el mundo han crecido creyendo que la menstruación es una maldición, un castigo, algo sucio o punitivo. Estas ideas son el resultado de una visión patriarcal e industrial, que realmente cree que el sangriento período de retiro representa “una pérdida de tiempo y dinero”. Sin embargo, los seres humanos no son máquinas y la vida no es un producto. El útero de una mujer es un centro palpitante de vida, uno que nace y muere cada mes.

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El comienzo del ciclo menstrual.

El desarrollo uterino sigue la vida femenina. Una niña de entre nueve y 12 años pasa por varios cambios hormonales que la llevan a un portal de iniciación: la menarquia, su primer período. A partir de ese momento, tus hormonas generan una danza interna de sensaciones, emociones y aprendizajes, que cada mes cuentan una historia diferente. El proceso de madurez pasa también por el conocimiento de esta vida interior, que se hace más conocida y clara con el paso de los años (cuando la niña recibe información, claro). En las comunidades ancestrales matrifocales, este era un gran momento de la vida, y las niñas en realidad pasaban por una ritualización para entender el paso de la niñez a la adolescencia.



El ciclo menstrual comienza el primer día de la menstruación, llamada fase folicular, que dura hasta la ovulación. En este momento, la hormona estimulante del folículo (FSH), producida en la glándula pituitaria, está en acción. En los ovarios, la hormona dominante es el estrógeno, que es producido por los folículos ováricos. Con el final de la menstruación, el estrógeno que comenzó a producirse el primer día ya está en niveles más altos y la mujer se siente más feliz, más activa y con más energía. El estrógeno aumenta la libido, da ánimo, vitalidad y buen humor. Es un momento de alta creatividad y vida dentro del ciclo.

Además, se estimula el crecimiento del revestimiento interno del útero, al igual que la mucosidad cervical (que también cambia a lo largo del ciclo y es parte de la salud uterina). Cuando el estrógeno alcanza su nivel más alto, la mujer a menudo se siente más atractiva y dispuesta. Hasta que un folículo madure y la hormona luteinizante (también producida en la glándula pituitaria) le indique al ovario que libere el óvulo, abriendo así la fase de ovulación.

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La segunda fase del ciclo.

A partir de ahí comienza la segunda parte del ciclo, la fase lútea, que dura hasta el día anterior a la menstruación. Esto es cuando el folículo vacío se transforma en una glándula endocrina temporal (el cuerpo lúteo). Es responsable de la producción de progesterona, cuya acción sobre el endometrio lo hace más nutritivo y vascularizado para soportar un posible embarazo. La progesterona es vital para la salud de la mujer, ya que actúa como agente calmante, modera el estado de ánimo, equilibra el sueño y la labilidad emocional (nuestra capacidad de reaccionar positivamente ante situaciones psicológicas externas). Esta hormona también influye en nuestra salud ósea y la armonía total del agua en el cuerpo.



Cuando pasan de 10 a 16 días y el óvulo no es fecundado, el cuerpo lúteo se desintegra y deja de producir progesterona. Esta caída hormonal es responsable de los cambios de humor que ocurren en la semana anterior a la menstruación. Luego, el endometrio se desprende y se produce el sangrado. En estos días es natural sentir baja energía física, cansancio y baja resistencia emocional, ya que es, literalmente, un momento de muerte y renacimiento, en el que comenzará una nueva fase folicular.

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Útero: una guía

Un ciclo menstrual tiene una duración promedio de 28 a 35 días, variando según el perfil de cada mujer, además de posibles procesos emocionales intensos, que impactan directamente en su sistema hormonal y, en consecuencia, en su período. No importa lo que diga la gente sobre nuestra naturaleza, lo cierto es que este ciclo se repite todos los meses y siempre tiene mucho que enseñarnos. Las tradiciones antiguas creían que el ciclo menstrual va de la mano con la evolución de la conciencia femenina. En esta lógica, la menopausia es un nuevo portal de evolución en el que la mujer pasa a otro nivel de sabiduría y ya no da su sangre a la tierra, pues guarda en sí misma la sabiduría del ciclo vida-muerte-vida.

La sabiduría matrifocal ve y se guía por la conexión uterina con las fases lunares. En tiempos más naturales, la mujer acompañaba a su abuela ancestral. La Luna Nueva, negra, llena de misterios y guardiana de la muerte, está conectada con el inicio del ciclo menstrual. El aumento en la cantidad de progesterona acompaña a la Luna Creciente, expandiendo la energía vital, la creatividad y el arquetipo de guerrera interior de la mujer. En el pico de la progesterona, en nuestra ovulación, listos para dar vida, estamos siguiendo la Luna Llena, con toda su exuberancia y el mayor nivel de luminosidad del cielo. Con la desintegración del cuerpo lúteo y el bajo hormonal, nos sintonizamos con la Luna Menguante, cuya iluminación disminuye cada día, hasta volver a su oscuro misterio.



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Rescatar esta sabiduría ancestral es una clave de conciencia primordial para la mujer contemporánea. El conocimiento lunar ha sobrevivido en nuestra historia gracias a la tradición oral femenina, que ha sobrevivido desde la época de nuestras antepasadas sacerdotisas. Un conocimiento de más de cinco mil años. Reconocer su propia fuerza vital interna, su intuición y las demandas de su propio cuerpo le permite a una mujer tener una mirada nueva/vieja sobre su calidad de vida. Muchas mujeres hoy en día no tienen la oportunidad de quedarse al menos un día para escuchar sus cuerpos durante la menstruación (el período pico de la conexión espiritual femenina). Sin embargo, al tener contacto con esta línea de pensamiento, comienzas a permitirte un mayor autocuidado, ya sea con la preparación del té, el uso de ropa más cómoda o incluso dándote el derecho a tomarte un tiempo libre, ¿por qué no? –, honrando tu propio cuerpo y tu propio ciclo menstrual, se abre un nuevo portal de amor propio en el que toda mujer merece profundizar.

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