A diferencia de otros tiempos, cuando sólo los iniciados tenían acceso a determinadas prácticas, hoy hay un exceso de información. Los nombres cambian, pero la esencia de gran parte de la enseñanza es la misma. Incluso es necesario tener cuidado con lo que eliges leer y creer, porque no siempre tienes una fuente confiable.
Veo a un gran número de personas consumiendo autoconocimiento y espiritualidad como si estuvieran comprando cualquier mercancía. Realizando cursos de iniciación, creyendo que con esto les cambiará la vida, de la noche a la mañana. La acumulación de información y teoría sin discernimiento y práctica no valen nada cuando se trata de espiritualidad, sanación y autotransformación.
La práctica del día a día es la única autotransformación verdadera que sirve como prueba de que toda la teoría ha valido la pena.
Hay una historia que habla de un religioso, al que llamaremos con el nombre ficticio de José. Todas las noches en su iglesia predicaba a sus discípulos sobre Dios y la tarea de aprendizaje que cada uno tiene en la vida. Y siempre en la última fila, veía a un señor, vestido y de postura sencilla, que escuchaba con atención. Después de largos años, José desencarnó y encontró en el plano astral a ese mismo hombre, que parecía tener un rostro muy iluminado. El aura brillaba y reflejaba su más alta condición espiritual. Acercándose a José, lo saludó con una amplia sonrisa de felicidad y agradecimiento. Y con los brazos abiertos rescató a José de Umbral.
Atónito, José no podía entender por qué ese hombre, tan sencillo, que escuchaba su predicación, era mucho mejor espiritualmente que él. Al hablar con su mentor y cuestionarlo, finalmente se dio cuenta de lo que había sucedido. El señor que asistía a las conferencias llevaba el aprendizaje a la vida cotidiana, mientras él solo teorizaba. Se sentía superior por todo su conocimiento y orgulloso de su posición en la vida material, por lo que perdió la oportunidad de escucharse a sí mismo. José debería ser el oyente principal, él era el que más tenía que aprender de su propia predicación.
En la vida, tenemos que estar muy atentos, para no desviarnos del camino que nos ha tocado transitar. Los ojos están encantados con la belleza de la materia, los oídos son engañados por las palabras inverosímiles y el corazón está vacío. Fácilmente caemos en las tentaciones del ego.
La espiritualidad con sencillez hace del aprendiz un maestro. Todas las prácticas realizadas con sinceridad de corazón e intención son herramientas para ayudar en el camino espiritual y de sanación. Ni mejor ni peor, depende más del practicante que de la técnica.
De nada sirve orar todo el día en un rincón de la casa o en una iglesia y salir a la calle sin estar en oración. La práctica espiritual es la acción del espíritu en la vida terrenal.
La mejor práctica espiritual es la vida diaria, en la convivencia con los demás nos encontramos a nosotros mismos. Entendemos nuestras dificultades y reconocemos nuestros talentos. No hay necesidad de seguir una religión, no hay necesidad de leer todos los libros. La razón se une al corazón, que representan el discernimiento y la práctica.
Aprendí en espiritismo, con un querido instructor, que el espíritu es como un ángel que tiene dos alas y se eleva a medida que las fortalece. Cómo un pájaro aprende a volar y se dirige a sí mismo. Un ala es para la razón y la otra para el corazón. Quien desarrolle sólo uno de ellos no tendrá la fuerza para seguir a su destino.
¡Ser amado!
