La ansiedad es un mal que ha ido llegando cada vez a más personas y con cada vez más fuerza, con cada crisis pensamos que no aguantaremos más, que nunca volveremos a tener una vida normal, pero todo depende del punto de vista y para mí, así como deseo que sea para ti, fue un momento de profunda reflexión, fue un tiempo de sanación, de cambio, fue un tiempo que me reinicié y me alcanzaba para cada crisis.
Una mirada rápida a mi vida… Amanecí con mucho dolor, fui al hospital y nadie podía averiguar el por qué de este dolor, hasta que descubrimos que era tensión y ansiedad. Pensé para mis adentros: “¿Pero yo? Tan calmado." Lloré y sentí esos síntomas terribles, tuve que ir con medicamentos. Pensamientos acelerados y miedo, mucho miedo, pero totalmente infundado.
Pero en ese momento recé mucho, lloré mucho, me llevaron al fondo. Yo, que siempre me vi tan fuerte, fui al fondo, al suelo, a la nada. ¡Y gracias a Dios por eso! Nunca seré la persona que era antes de la crisis, afortunadamente. Fue un tiempo de mucho “Orad y velad”, un tiempo de “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, un tiempo de “70×7”. Fue un tiempo de sentir a Jesús, de él siendo mi primera, última y única opción. Pero me tomó mucho tiempo entender eso.
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En estos momentos de dolor, aprendemos más. Aprendemos a usar los tés para calmarnos, porque las hierbas son un regalo del creador, aprendemos a rezar y a tener contacto directo con el cielo, y con ansiedad prestamos atención a las pequeñas cosas, por un plato de comida que podamos comer o para una buena noche de sueño. Aprendemos el amor.
Sea lo que sea que estés pasando, ten en cuenta que estamos aquí para evolucionar, así que no estás pasando por esto por casualidad, ¡aprovecha la oportunidad!
