La palabra PAI está incrustado en muchos contextos de nuestra vida:
"Padre Nuestro que estas en el cielo…";
“Dios Padre, líbrame de todo mal…”;
“Padre de San, dame tu bendición”;
“Papá, ¿puedes enseñarme a andar en bicicleta?”
Y por ahí va.
En el corazón de esa palabra tan pequeña, pero tan fuerte: PAI – hay todo un significado de fuerza, guía y protección. Nuestros corazones se dejan viajar y fluir en la confianza de este impulso.
Podemos profundizar aún más cuando comprendemos la importancia de esta presencia, que puede ser física o no, en nuestras vidas. Lo que importa es que nos sintamos conectados con esa energía. La energía del Sagrado Masculino. Cuando nos abrimos a esta conexión, percibimos la acción de esta fuerza dentro de nosotros.
La fuerza de la polaridad masculina, la fuerza YANG de impulso, de realización, de concreción se mueve dentro de nosotros, lanzándonos hacia adelante, hacia nuestras metas y objetivos, ayudándonos a apuntar a las metas que debemos alcanzar, la palanca que nos hace avanzar por la vida.
Esta vibración también se encuentra en la carta del Tarot número cuatro - EL EMPERADOR - representada por un hombre sentado en su trono, dueño de sí mismo, aquel que ha asumido su individualidad, que ya ha tomado su lugar en el mundo y, consciente de ello, sin ningún rastro de arrogancia, es calma en su poder.
“Soy lo que soy y honro eso”, podría decir.
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Ante esto, reforzo la importancia de tomar contacto con esta parte nuestra. Primero, resolver los asuntos pendientes con nuestro padre terrenal, aunque ya no viva entre nosotros, no importa, dejando atrás los desacuerdos, las diferencias, los agravios, los resentimientos, en un proceso de perdón y aceptación plena de este hombre que, por mucho que traiga o haya traído una relación desafiante, es lo que necesitamos o necesitamos para crecer. Con eso, naturalmente, esta fuerza en nosotros se está manifestando y fortaleciendo, el Sagrado Masculino dándonos la posibilidad de empoderarnos con nuestro propio poder.
Lindo, no? ¡Así es!
Con humildad, simplemente siendo y dejando ser lo que ya somos y cumpliendo nuestro llamado, nuestro propósito aquí en este planeta.
De corazón, mi sincero y cariñoso homenaje a Gran padre, Señor de todas las cosas, a mi padre terrenal, honrándolo y agradeciéndole por ser parte mía y de todos los padres terrenales, espirituales y nuestro Padre Interior, la parte de nosotros mismos que vive a la altura de nuestro poder personal.
¡Namasté!
