Tan pronto estemos satisfechos con el cuerpo de carne que llevamos, ya sea con defectos, michelines, adoloridos de las luchas emprendidas en la Tierra, trasladaremos esta satisfacción al cuerpo somático, periespíritu, cuerpo astral, psicosoma, el nombre no importa, pero ciertamente estaremos con este segundo cuerpo que prefiero llamar periespíritu, más quintaesencial, y cuando lleguemos a la espiritualidad, tendremos menos trabajo para pulirlo.
Muchas personas se preocupan por mantener en forma el cuerpo carnal, lucir como una señorita, pero sus mentes están llenas de insultos. Destilan rencor, discordia, envidia, egoísmo, cinismo por donde pasan. Esto envenena al organismo que, aunque hermoso por fuera, crea larvas fluídicas que acaban contaminando e hinchando el periespíritu.
No es suficiente perseguir la belleza del cuerpo carnal si nuestra mente está envuelta en pensamientos que desacreditan a nuestros semejantes. Debemos tener en cuenta que la energía que exhalamos es la misma que nos envuelve.
Es válido, sí, tratamos de tener un cuerpo sano dentro de los límites, porque muchas personas ya han desencarnado tratando de alcanzar la perfección.
Cuando sentimos que vamos por el camino de la frustración, es hora de parar y vivir con el cuerpo que tenemos, porque de nada sirve tener una carne esbelta desde nuestro punto de vista y tener un segundo cuerpo, el somático, muy diferente en su anatomía. .
Lo que realmente importa es nuestro carácter. Jesús, en una ocasión, dijo: “sois como sepulcros blanqueados”. No basta nuestra apariencia, sino lo que realmente somos internamente.