En esta época del año, en el hemisferio norte, comienza la segunda fase del invierno. En la tierra penetran lluvias nutritivas: el proceso de la vida se elabora en las profundidades y las semillas se nutren de los elementos esenciales para germinar una nueva vida.
El undécimo signo del zodíaco, Acuario, marca la iniciación de la persona en una etapa superior de conciencia. El individuo se convierte aquí en universal. Se pierde la identidad personal, ampliándola para el bien común, manteniendo la autoconciencia.
Las personas de este signo tienen una personalidad fuerte. Son honestos y leales, muy independientes e intelectuales. Se niegan a seguir a la multitud, siendo bastante originales. Muy imaginativos, son capaces de ver los dos lados de un problema, lo que los hace muy tolerantes. Les gusta luchar por buenas causas y divertirse. Pero a veces necesitan retirarse del mundo para meditar o pensar.
En el lado negativo, los Acuario son impredecibles y tienden a enemistarse con los demás. Mantienen una frialdad emocional y no entienden la complejidad emocional de algunas personas. Tienden a huir de los problemas en las relaciones personales.
A los grandes líderes les gusta trabajar en grupo. Su afán de saber y saber los puede llevar a trabajar en áreas científicas y tecnológicas.
Hay dos elementos en Acuario: Aire y Agua, elementos de fluidez: el agua disuelve la esencia egoísta del Ser y el aire expande lo individual en lo colectivo.
Acuario estaba dominado por Saturno (a diferencia de su contraparte, el dios griego Kronos, que era destructivo, codicioso y solitario), el dios romano de la mítica Edad de Oro, donde la expansión no significaba la pérdida de bienes personales, sino un enriquecimiento reflejado por el bienestar general.
El mito griego de Deucalion ayuda a comprender mejor este signo. Zeus (el dios principal) decide castigar a la humanidad por su arrogancia e impiedad con un diluvio. A Deucalion, rey de Tesalia, se le aconseja que construya un barco, junto con su esposa, Pyrrha, para salvarse. El diluvio inunda toda Grecia, pero Deucalion y Pyrrha se salvan y llegan al Monte Parnaso, donde ofrecen un sacrificio a Zeus. Para repoblar el país, piden ayuda al oráculo de un templo abandonado, suplicando consejo a la diosa local. La respuesta llegó en forma de acertijo: cubriendo sus cabezas, debían recoger y arrojar tras de sí los “huesos de la gran madre”. Deucalion reflexiona y decide que la “gran madre” es la Tierra misma, y los “huesos” son las piedras. Él y su esposa recogen varias piedras y, tapándose el rostro, las tiran hacia atrás. De este procedimiento, poco a poco las piedras tomaron la forma de seres humanos, surgiendo hombres y mujeres.
Esto quiere decir que toda la Humanidad es hija de la Tierra y que todos somos hermanos y hermanas nacidos de una misma matriz. La individualidad de Deucalion y Pyrrha se disuelve en los descendientes, redimidos por el nuevo espíritu de comunidad y por el establecimiento de una nueva relación entre lo humano y lo divino, al aceptar el diluvio como sacrificio, conduciendo a una renovada visión de lo trascendente.
El diluvio es el símbolo del rescate, de la venganza del aspecto masculino en relación al femenino materno de la tierra inundada.
Acuario guía el proceso de expansión del campo de la conciencia a través de una energía mística. La realidad psíquica reemplaza a la realidad pragmática: las nuevas generaciones se encaminan hacia una nueva conciencia que asume valores internos, subjetivos, que se proyectan constructivamente en el mundo real externo como emanación y amplificación del individuo, inaugurando una nueva era para la Humanidad.
Referencias
“Astrología y Mito”- R. Sicuteri – Editorial Pensamento – São Paulo – 1978;
“El Libro de Oro de la Mitología” – Thomas Bulfinch – Ediouro Publicações Ltda. – Río de Janeiro – 2003.
