San Francisco de Asís: una lección de desapego

    Nacido en Asís, Italia, en el año 1.182, San Francisco de Asís era hijo de un rico comerciante y su madre era parte de una familia noble en Provenza. Proveniente de una familia acomodada, Francisco despilfarraba el dinero, alardeando, además de no importarle el negocio familiar, y mucho menos sus estudios. ¡Lo que el futuro santo quería era divertirse!

    San Francisco de Asís: una lección de desapegoCuando era joven, alrededor de los 20 años, comenzó una guerra entre algunas ciudades italianas. A Francisco le gustaría pelear en las peleas, pero antes de poder hacerlo, padeció una enfermedad que lo dejó postrado en cama. En un momento, mientras sufría de dolor, el joven escuchó una voz sobrenatural que le decía “sirve al amor y al Siervo”. Poco a poco, Francisco sintió en su corazón la necesidad de deshacerse de sus posesiones.



    Una vez, cuando encontró un leproso, lo besó, aunque al principio sintió miedo y repulsión. Tan pronto como tuvo lugar este encuentro, Francisco comenzó a visitar y atender a los enfermos en los hospitales. Dio como regalo a los pobres su propia ropa, así como el dinero que tenía.

    Varios momentos de renuncia siguieron a Francisco en su vida. Pronto, todo lo que le quedaba eran túnicas.

    San Francisco de Asís nos dejó muchos milagros, historias y sabios pensamientos, sin embargo, el mejor consejo que nos dejó es la certeza de que no necesitamos nada para ser felices: sólo de fe, amor y compasión. Trató de vivir como vivió Cristo y de amar a todos los que le rodeaban.

    Francisco murió en 1.226 y pocos días después tuvo lugar su canonización y el reconocimiento de sus milagros. El 04 de octubre se celebra la vida de este hombre santificado.

    Reza la oración de San Francisco de Asís:



    Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

    Donde haya odio, que yo lleve amor;

    Donde haya palabras ofensivas, traeré el perdón;

    Donde haya discordia, ponga yo armonía;

    Donde haya duda, déjame tener fe;

    Donde haya error, que yo lleve la verdad;

    Donde hay desesperación, puedo traer esperanza;

    Donde hay tristeza, puedo traer alegría;

    Donde haya oscuridad, déjame llevar la luz.


    Oh Maestro, hazme buscar más


    Consolar, que ser consolado;

    Comprender, ser comprendido;

    Amar, ser amado.

    Porque es dando que recibimos,

    Es perdonando que uno es perdonado,

    Y es muriendo que se vive para la vida eterna.

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