la lección de la tristeza

    La tristeza es maestra. Muchos escuchan las enseñanzas que nos presenta con cada nuevo hecho, con cada revés, con cada expectativa frustrada y, así, aprenden a conquistar un poco más de sí mismos, pero la mayoría se enfurece y no escucha la sutil voz de la tristeza susurrando: calma. abajo, tranquilo…

    Hay momentos en nuestra vida en los que el deseo de renunciar a todo se apodera de nosotros por segundos que parecen infinitos, provocándonos un estado de dolor inconmensurable y, en esos momentos, quien entiende las lecciones subliminales gana un poco de paz, mientras que quien sí lo hace. no confiar en el tiempo, rendirse y rendirse...



    la lección de la tristeza

    Estar triste es un estado de ánimo común a todos los seres humanos, pues este sentimiento es el que posibilita las reflexiones más importantes que atravesamos en la vida. Ser feliz es hermoso, agradable, fácil, pero en la alegría no podemos aprender lo que realmente nos importa.

    Prefieren el ruido, por eso encienden la televisión aunque no vayan a ver nada, miran mecánicamente las redes sociales, sin parar, con la esperanza de encontrar respuestas que nunca llegan…

    El silencio del dolor es un maestro de la retórica. Pero, hay que tener los oídos preparados para escuchar el discurso de uno mismo para uno mismo, el discurso que duele por ser real, sin manchas, sin florituras.

    Deberíamos mirar la tristeza, cuando se nos acerca, con más respeto, porque siempre va acompañada de mucha sabiduría. Deberíamos esperarla sin ataduras ni subterfugios, escucharla enseguida, sin andarnos por las ramas, para que se vaya cuando haya cumplido su papel...

    Cuando la tristeza se va, después de aprender alguna lección de ella, ciertamente nos volvemos más maduros, más fuertes para enfrentar los fantasmas que aparecen a cada momento en los rincones de la vida. Pero cuando la tristeza se va sin que hayamos aprendido nada de ella, nos convertimos en personas que simplemente se ignoran, se quejan sin parar, no son agradecidas y, eso sí, incapaces de sublimar el dolor.



    la lección de la tristeza

    Ay, tristeza que ahora me envuelve, estoy con los brazos abiertos, penetra en mí de lleno, cuida mis entrañas, supera todas las barreras, derriba puertas cerradas, pero haz tu parte de una vez... déjame tirado en la cama, abrazando mi almohada, sintiendo el río de lágrimas que brota de mi alma... Pero, tristeza que me envuelve ahora, enséñame algo bueno antes de irme, ayúdame a ser mejor de lo que era ayer, cuídame para que pueda ser fuerte, aunque parezca una flor...



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