Jesús: la luz del mundo

    Soy la luz que vino al mundo para que todo el que cree en mí no quede en tinieblas.

    (Juan 12:46)

    Como Gobernador de la Tierra, Jesús, desde el principio de su creación, ya actuaba en el Orbe terrestre para que la vida se manifestara. Su magnanimidad siempre presente hizo posible, a través de Su amor, el crecimiento de las civilizaciones a lo largo de los siglos.

    En este proceso recibió a los exiliados de Capela, la estrella más brillante de la Constelación de Cocheiro, que había alcanzado una nueva etapa de evolución moral. Esos Espíritus recalcitrantes no se comportaron de manera coherente con los demás que allí habitaban. Así, no podían permanecer allí por sus condiciones vibratorias incompatibles con la psicoesfera local.



    Así fue como Jesús acogió a aquellos hermanos que sufrían para que pudieran evolucionar en su propio beneficio y todavía sirvieran a las civilizaciones en desarrollo en la Tierra con su alto conocimiento. Este “internado” era necesario, considerando su pertinacia en seguir dirigiendo su inteligencia a la práctica del mal.

    Jesús: la luz del mundo
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    La reencarnación nos llega como un don Divino para que busquemos, a través de la mejora a través de las existencias, la debida reparación. Dios con su infinita misericordia perdona nuestras faltas como Padre justo y bueno.

    Jesús nos trajo el pensamiento del Creador y la forma en que debemos conducirnos con su luz resplandeciente y su conducta ejemplar. Nuestro camino no tendría estas condiciones favorables si no tuviéramos el amor de Cristo siempre presente para ayudarnos.

    En todo momento estará disponible esta llama infinita de benevolencia en la eternidad de las generaciones, y nosotros, los beneficiarios que somos, debemos siempre dar fe de nuestra gratitud como memoria del corazón.


    Jesús vivió con nosotros y experimentó nuestras debilidades, pero como Espíritu Puro nos ofreció la ayuda necesaria para nuestra redención. En Mateo 24:35 encontramos: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". En esta afirmación se incluye su “ejemplo”, que prácticamente justifica todo lo dicho.


    Sus verdades, que son las únicas incuestionables, fortalecen nuestro Espíritu, dándonos la convicción y el consuelo que se nos ofrece en las Bienaventuranzas, que son palabras de Fe y Esperanza. Jesús es la brújula y la luz de nuestro camino. Siguiendo sus pasos, llegaremos sin las tormentas de los mares de la vida al puerto seguro que nos espera, llenos de Luz y Paz.

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    En esta Navidad, procuremos recordar aquellas sabias enseñanzas, para que las llevemos a la práctica en el día a día y nos sirvan de ejemplo, corroborando nuestra condición de co-creadores del Padre en el Plano Menor, tal como consta en el libro "Evolución en Dos Mundos", psicografía de Francisco Cândido Xavier y Waldo Vieira, del Espíritu André Luiz, p. 15.



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