El primer amor que nunca olvidamos

Porque, independientemente de la edad que tengamos, somos inexpertos y siempre es desesperante. Tenemos síntomas inexplicables: los suspiros constantes, la fiebre de los 40, el habla descontrolada, las piernas que parecen equilibrarse en un terremoto indefinido, el estómago que da vueltas como en una montaña rusa, los fuegos artificiales que estallan dentro del pecho con cada mirada correspondida…
Y, por más que pase el tiempo, cada detalle será memorable: el tacto de las manos, el timbre único de la voz, el perfume particular que con el tiempo deja de ser frecuente… El olor a lavanda para mí es inevitable hasta el día de hoy…

¿Y amigos mutuos? ¿Los confidentes? ¡Vaya! Estos merecían una especie de altar, ¡son verdaderos santos! Te escuchan sucesivamente y el tema principal siempre es esa persona, prácticamente se ven obligados a repetir cómo y dónde fue, qué vestía el ser amado, qué hizo o dejó de hacer, etc.



¡Nuestro! Estas amistades son de oro y no siempre las valoramos, estamos tan en el mundo lunar y somos tan egocéntricos, que ni nos damos cuenta de lo insoportables que somos. Y cuando somos desenmascarados por estos amigos que no saben guardar un secreto, nos sentimos traicionados por algo que es tan visible a simple vista.

Ser amigo de una persona enamorada no es tarea de cualquiera, y más cuando esta criatura no quiere admitir tal sentimiento. La misión de Cupido, entonces, se vuelve casi imposible.

Y cuando descubres el amor a una edad temprana, estos síntomas se triplican… Es muy cursi cuando recuerdo mis días de escuela. Lo conocí un otoño, se presentó sin mucha ceremonia: “Hola, soy Fulano y estoy aquí, ¡encantado de conocerte! ¿Cual es tu nombre?"

Es gracioso cuando recuerdo este bochornoso momento, estaba tan distraída que no me di cuenta de su presencia y en segundos logró sacarme una carcajada repentina que provocó un ataque de risa también en él. Yo era novato y el primer día de clases había tanta gente que era imposible conocerlos a todos, pero él no necesitaba ningún truco para llegar a mí.



Inmediatamente nos hicimos grandes amigos y con él aprendí cosas sencillas como querer cocinar un “puré de patata” (como si fuera un plato gourmet), bailar aunque sea torpemente, saber dar la hora en un simple reloj de aguja, ganar en el “Atari” con los “trucos”, siendo astuta en los juegos físicos ya que ella no era muy deportiva, e incluso ganando en los juegos de brazos, que estoy seguro que me dejó ganar.

Y, como todas las historias de amor, hay obstáculos. Lo nuestro era mi timidez y un amigo en común que lo quería mucho y no creo que ni siquiera lo supiera o fingiera no saberlo. De hecho, sabía muy bien cómo actuar con las otras chicas, ¡pero no conmigo! No le dio ese derecho. "¡Ocupado! Vuelve aquí, te estoy hablando, ¿te comió la lengua el gato?”, habló irritado y sarcástico al no responder y lo dejó hablando solo.

Lo reconozco, yo no me declaré y ni siquiera permití que él mismo se declarara, éramos como agua y aceite. Sabía ver nuestras diferencias, no estaba tan ciego. Y no entendía por qué, con tantas chicas en la escuela, quería estar conmigo. Que debería contentarse con nuestra amistad, no quería estropearla por lo que consideraba un tonto capricho suyo.

Como diría el matemático Blaise Pascal:

“El corazón tiene razones que la razón no conoce.”

Y, por más que dio innumerables señales de que no quería ser solo un amigo, me alegraba verlo montar a caballo, me divertía cuando lo hacía enojar, era increíble cómo se enojaba tan hermoso.

Admiraba su buen sentido del humor y hasta los piropos tópicos que salían de su boca minuciosamente: “Estás preciosa”, “Me encanta tu pelo”…


Me vi tan hermosa en esos ojos marrones, mi sonrisa se reflejaba en esa mirada brillante, cuando pocas veces decidí enfrentarlo.


No era acoso, pero prefería alejarme de él, cualquier excusa era válida para no tenerlo cerca, incluso apoyarlo para que se quedara con este amigo. Ignorarlo, por ejemplo, durante el recreo, estar debajo de un árbol leyendo algo y tener que hablar con él y cualquier acercamiento era una excusa para evitarme, tenía tanto miedo de todo eso que realmente no quería involucrarme.

Y fue devastadora la forma abrumadora en que estuvo presente. Vivíamos en el mismo pueblito y donde quiera que iba nos cruzábamos, nunca supe si era mera coincidencia o si él insistía en que lo viera. Por eso, fui blanco de otras chicas, que intentaron cortarme el cabello, insultarme sin más motivo que su mirada acusadora después de que lo dejé parado en una fiesta. Me sentía tan sofocada que a veces no quería ir a la escuela.

El primer amor que nunca olvidamos

No sé si fue miedo, falta de autoestima o porque me preocupaba demasiado el qué dirían los demás, pero ese día no lo conocí.

Y nos fuimos alejando cada vez más hasta que un día él ya no estaba, ni siquiera hubo despedidas, solo entendí que nunca más nos volveríamos a ver…

Después de algunos años, incluso fantaseaba mucho con los hechos, me frustraba, pero luego, cuando lo volví a encontrar, llegué a la conclusión de que “no estaba destinado a ser”, no estaba en nuestro destino. . Pero él lo sabía todo y creo que fue un alivio para mí. En realidad fue bastante divertido. Una cierta empatía fue correspondida al saber que después de tantos años estábamos contentos con nuestras elecciones.


Gracias a lo que nos pasó, nos convertimos en lo que somos hoy: personas fuertes, exitosas, que supieron sobrellevar muy bien las alegrías y los fracasos en el camino hasta encontrar el amor maduro en la edad adulta.

Lo que quiero decir, querido lector, es que los errores cometidos en el primer amor nos preparan para la vida.


Lo confieso, aprendí a tomar más riesgos después de eso.

Sepa que no existe una fórmula para el amor, el romance de los sueños es posible sin importar la edad, nadie garantiza que durará nueve semanas y media o para toda la eternidad, no hay garantías ni una fecha de vencimiento establecida.

Y solo puedes saber si te lo permites.

Añade un comentario de El primer amor que nunca olvidamos
¡Comentario enviado con éxito! Lo revisaremos en las próximas horas.

End of content

No more pages to load