Hay un dicho popular que dice: “¡Hay que bailar al son de la música!”.
Este dicho encierra un mensaje de sabiduría, pues tanto la vida como cada ser tienen su propio ritmo.
En este contexto, bailar de forma acelerada y eufórica, cuando el momento exige ritmos y medidas más sosegados, es ir en contra de la música que suena en ese momento.
Percibir la “musicalidad” en las fases y ciclos de la vida es una forma de afrontar con equilibrio y sabiduría lo que se presenta en el momento.
Hay momentos en que se necesita un ritmo más lento y quieto, para sentir las pausas y los silencios de la música que suena, ya sea dentro de nosotros o emanando de la Vida.
¡También hay momentos en los que la música se vuelve más enérgica y alegre, y podemos movernos y divertirnos mucho, bailando con gran vigor y energía!
Cada momento pide nuestra receptividad, percepción, adaptación e incluso aceptación, para comprender cada ritmo, sonido, compás y melodía. Incluso si emanan solo internamente, son parte del flujo de la vida y de nuestro desarrollo humano y espiritual.
Para captar la música que somos o la melodía existencial que suena en un momento dado de nuestra vida, es necesario sentir, reflexionar e incluso cuestionarnos sobre cada experiencia, desafío o situación.
Presta atención a cómo te sientes y al momento que estás viviendo, y nota qué ritmo te toca a ti y a tu existencia actual.
Percibiendo la sinfonía de la Creación, es posible acompañar la existencia, a veces con pasos más tranquilos y lentos, a veces con pasos más agitados e intensos, sin perder el ritmo y el equilibrio.
Bailar al ritmo de la música va más allá de mover el cuerpo al son de las melodías que disfrutamos. ¡Es armonizarnos con el fluir de la vida y desarrollar nuestro ritmo interno para expresar la música que emana de nuestra Alma!
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¿Qué canción estás bailando ahora mismo?
Ahora, quédate con este breve mensaje, en video, como estímulo para que bailemos la melodía de la Vida, que es el Canto del Amor:
